Cap. VII
Los negocios marchaban muy bien y tenía plena confianza en este estado de cosas. Hice un sinfín de cálculos que me hicieron creer hallarme en una alta posición económica. Estaba convencido de poder gastar unos 10.000 pesos para el viaje, quedándome con más de 80.000 pesos de capital bien invertido y tenía plena confianza en mi contramaestre Molinari para dirigir la empresa. Con mucho tiempo de anticipación me dediqué a los preparativos del viaje.
Cobrar el dinero de mis trabajos fue lo más difícil a causa de la latente crisis con Chile. Las Bolsas de Comercio de Argentina y Chile seguían a un ritmo muy lento, originando demoras en los pagos. Molinari tuvo la idea de enviarme mensualmente una cuota para enfrentar los gastos en Francia. La partida estaba prevista para el 10 de agosto a bordo del vapor “España”. Pero el 28 de julio, mientras dormíamos, se originó un incendio en el taller donde estaban las máquinas que daba a la avenida Belgrano. El mucamo chino de nuestro vecino Dr. Sanchez dió la alarma, creyendo por los ruidos que eramos asaltados. Mi esposa sale a los gritos a la calle gritando “¡ socorro, nos están robando!”. Pero era a causa del fuego que causaba ya estragos por la imprudencia de un aprendiz de 13 ó 14 años que no había apagado del todo la gran chimenea del taller que se hallaba en el centro del mismo, rodeada de máquinas eléctricas y largos estantes para la madera aserrada puesta a secar. En vez de tratar de apagar el fuego con un gran escobillón, el aprendiz tiró un balde de agua, y las chispas saltaron por doquier, hasta sobre los tirantes de madera del techo que estaban recubiertas de una espesa capa de polvo.
El fuego destruyó todos los tirantes, los estantes, las maderas estacionadas, algunos muebles a medio terminar, y también las máquinas del segundo piso. Juré no tomar nunca más un aprendiz! Antes de la llegada de los bomberos aparece el Coronel Calaza, Jefe de la Policía, y su vice, el Dr. Durao. Al día siguiente, la Compañia de Seguros Franco Argentina viene para hacer una calculación de los daños y me intiman a parar todo el trabajo para hacer un inventario. Furioso, les digo que parto a Francia en algunos días y que renuncio en mi calidad de cliente de dicha compañia. A la mañana siguiente vuelven los señores para proponerme el pago inmediato de la indemnización. Pagaron los 5.000 pesos por los daños y aconsejé a Molinari de congelar este dinero por un mes, por si acaso .
Nuestra partida se efectuó el 10 de agosto del año 1900, en medio de una gran alegría familiar. Desde el barco, se veía la ciudad de Montevideo que carecía de puerto aún. Durante la travesía del Golfo de Santa Catalina tuvimos 24 horas de trajín y a menudo tuvimos de 10 a 20 centímetros de agua en nuestra cabina de 6 cuchetas ( 3 camas abajo y 3 superpuestas ). Fue tan espantoso que nos vimos obligados a atar a los dos más chicos ( Rosa y Joseph ) a las camas.
El resto de la travesía fue pasable y por fin desembarcamos al decimosexto día en Marseille. En el puerto, nos sentimos seguidos silenciosamente por un jóven que, como nos enteramos más tarde, era el hijo mayor de mi hermano, cuya timididad le impidió dirigirnos la palabra. Nuestra llegada a Céret fue muy feliz. Mi hermano mayor estaba encantado de nuestra visita y muy feliz en su vida matrimonial. Nos alquiló la casa del arzobispo Soubirane, jefe de la “Propagación mundial de la Fé”, que habitaba en ese entonces en el Vaticano. Mis hijos se sentían muy felices y eran muy mimados por todos los familiares. Mi esposa y yo eramos cuestionados intensamente sobre nuestro nuevo y lejano país.
Un mes más tarde, dejabamos nuestros cuatro hijos en lo de mi hermano y mi cuñada y partimos hacia Paris donde nos esperaba la hermana de Léonie. Nos alojamos en un hotel en la Place St. Suplice de medio lujo. Todo Paris estaba lleno de gente. La exposición nos atrajo muchísimo y durante una semana nos dedicamos a ella, usando tarjetas de entrada que nos había procurado nuestra familia. Hemos reencontrado amigos y conocidos y hemos hecho apuntes de las casas de muebles parisinas y sobre todo lo que al respecto nos interesaba. Era la primera vez que visitabamos Paris. De regreso, pasamos por Toulouse para visitar el resto de la familia y amigos pero ansiábamos reencontrarnos con los nuestros. A Joseph le compramos un aparato de fotos y diversos regalos para los otros dos niños. Además compramos un fonógrafo. Nuestros hijos estaban magníficos y durante nuestra ausencia habían aprovechado muy bien la estadía. Era ya otoño. En Perpignan el otoño es fresco pero de un clima bellísimo.
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