Cap. VI
Cada día recibía encargos para construir muebles comunes que ya no aceptaba. El señor Herman me ofrecía una clientela adinerada, repartiéndonos las ganancias. El señor Mendez Gonzalvez, por ejemplo, hizo un encargo de muebles, tapicerías, cortinas, y decoraciones por un valor de 35.000 pesos. ¡Una ganancia de 17.000 pesos era en aquél entonces un verdadero sueño!
En el año 1897 había sido anunciada esta exposición y varios clientes me aconsejaban de exponer mis juegos de muebles para cumplir con el objetivo de demostrar que en la Argentina se producía al más alto nivel. El señor Molinari, escultor y diseñador, se presentó para ofrecerme sus servicios. Lo empleé de inmediato como contramaestre, ya que Duprez se emborrachaba 3 veces por semana y mi paciencia había terminado.
Me puse inmediatamente al trabajo y fueron construías 14 piezas que fueron expuestas en un stand de 3 × 3 metros, muy visitado sobre todo por la alta sociedad argentina. De ahí la llegada de nuevos clientes como los Sancinena, los Uriburu, Alvear, Cardenas, y muchos otros. Obtuve los primeros premios: Medalla de Honor y Gran Diploma de Honor.
Descotte presentó una cama dorada con mesita de noche (10.000 pesos), recibiendo una Medalla de Oro. Sansa y sus tapiceros recibieron una Medalla de Plata por un sofá de tres plazas construído por mí. El dorador Lehoux obtuvo una Medalla de Plata por su trabajo en mis sillones Luis xiv, colmándome de agradecimientos. Una vitrina y un biombo tapizado en cuero de Cordue fueron comprados en la exposición, cubriendo generosamente los gastos de la misma. Otro aluvión de clientes afluyeron desde ese momento. Posteriormente a la exposición, el señor José Paz del diario “La Prensa” me encargó 12 grandes sillones Luis xiv para su sala de recepción, todos los muebles de su biblioteca – entre ellos, una mesa de 7,50 metros × 1,30 metros y 36 sillas – , y una parte de la gran puerta de entrada de su residencia.
En ese momento tenía 65 trabajadores de los cuales 30 eran escultores. Mientras tanto, se hablaba de una gran crisis con Chile a causa de las fronteras y a fines del año 1899, este problema culminó, paralizando todo el sector laboral. Fue en ese entonces que me dediqué a hacer ciertas decoraciones que me pedían frecuentemente. Un día, el arquitecto Christophersen quiso conversar conmigo sobre la decoración y molduras de paredes. Le expliqué que yo no hacía este trabajo en madera como en Francia a causa de que las paredes viejas no aguantaban los clavos y que, en la actualidad, se hacían en yeso. Muy interesado al respecto, me pidió de mostrarle ciertos diseños para esta técnica.
El arquitecto alemán Nordman me invitó a ver una casa que había construído para ofrecerme el trabajo de las molduras. Desde ese momento, la labor de la decoración había nacida.
A causa de la deteriorada situación económica y política argentina, tuvimos la idea, mi esposa y yo, de hacer un viaje a Francia para visitar la Exposición Internacional del año 1890 y dejar a la familia por varios años para la instrucción adecuada y la enseñanza de la lengua francesa. Hasta el momento yo mismo llevaba la contabilidad de la empresa, decidiendo emplear un contador tres veces por semana. El señor Lobenheimer, de 60 años de edad, fue contratado para esta tarea. Además, le encargué de escribirme cada 2 ó 3 semanas para enterarme de la marcha de los asuntos, tarea ésta que ejecutó con mucha eficiencia .
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