Cap. X
Me dedico a buscar un arquitecto francés y poco días después se me presenta el señor Dubois. Concertamos su comisión del 5% del valor total y éste comenzó con los proyectos para presentar a la compañia constructora Locatelli&Tossi y a otra más. El precio fue fijado en 35.000 pesos pagaderos en 6 cuotas mensuales.
Apenas había transcurrido un mes desde la compra del terreno, cuando recibo una intimación de Tribunales intimidándome a devolver la propiedad a la señora de Izquierda por falsa escrituración. Pido inmediatamente consejo al Dr. Sanchez que era Juez Federal en La Plata, y me aconseja de contratar un abogado a pesar que, según dijo, nada tenía que temer. Me dío el nombre del Dr. Luis de Elizalde y , después de haber hablado con él, me dijo que necesitaría de un procurador. Me propuso uno que era francés y muy bueno. El Juez encargado de la causa era el Dr. Benjamín Williams, hermano del rematador (Guerrico) & Williams, que era cliente mío desde hacía tiempo.Le hice una visita y me aseguró de ocuparse rápidamente y personalmente de esta causa. Me retiré contento y esperanzado a causa de que se hablaba de parar los trabajos de construcción. Al fin, el día de la audiencia llegó y me enteré que el problema consistía en que las escrituras hechas por un tal señor Salvatierra en favor de los Izquierda eran falsas. El juez ordenó hacer comparecer a 6 negras al Departamento de Policía para que el notario identificara a la antigua propietaria.[…]1
Hacía algún tiempo había escrito a mi esposa (se hallaba todavía en Francia) informándola de la compra y la construcción de nuestra casa nueva con taller y negocio, y le aseguré que todo estaría terminado en noviembre de 1902, pero el juicio y otros problemas atrasaron la finalización de las obras. Cabe señalar el incidente con el señor Perotti que, por causa del proceso, decidió cambiar las condiciones de pago. Yo le había pagado 6.000 pesos en presencia del notario, mas dos cuotas de 4.000 pesos. Perotti vino lloriqueando a casa pidiéndome de pagarle el resto en seguida, que eran unos 8.000 pesos, contándome que tenía que enfrentar gastos de sus negocios en Italia.
Lehoux, que fue el que me presentó a Perotti, me ofreció los 8.000 pesos restantes a cambio de un pagaré a depositar en el Banco Alemán, que acababa de abrir sus puertas en la calle Corrientes 1800 esquina Callao. El gerente era un francés que Lehoux conocía muy bien.
Los trabajos de construcción proseguían lentamente sin llegar a ser suspendidos. Mis gastos aumentaban, teniendo que pagar 2.000 pesos al abogado y 1.000 pesos al procurador por los gastos del juicio, no pudiendo pagar a los constructores que me amenazaban de paralizar las obras, como me lo comunicó el abogado de ellos, Dr. Ortiz Basualdo (que no me conocía todavía en aquél entonces). Recordando la facilidad con la que se podía abrir una cuenta bancaria, fui al Banco Popular, fundado por un cliente mío, el señor Pelerano, y lo puse al tanto de mis problemas. Yo necesitaba 9.000 pesos inmediatamente y Pelerano me ofreció un crédito de 10.000 pesos bajo la única garantía de mi firma. ¡ Qué felicidad ! Los constructores fueron pagados enseguida y la edificación fue terminada 3 meses más tarde de lo convenido en el contrato.
A la llegada de la familia, no quise habitar nuestra antigua casa de la calle Moreno, alquilando tres días más tarde un pequeño departamento en la calle Victoria 1850 en frente del edificio del Congreso, todavía en construcción. El departamento, perteneciente a la señora Ader de Bicker, tenía tres ambientes y una cocina. Pagamos 90 pesos por mes y nos quedamos tres meses. Al fin, comenzamos con la mudanza de las máquinas, los estantes, y la madera, teniéndo mucho trabajo.
Mientras tanto, los encargos venían de todas partes y más clientes esperaban firmar contratos, deseando obtener rápidamente muebles de todo tipo. Compré dos máquinas , empleé un tornero, y me dediqué a la construcción completa de muebles, evitando intermediarios. Páginas enteras no bastarían para nombrar la larga lista de nuevos clientes: Mitre, Alvear, Roca, Benitez, Lugo, Sansinea, Cárdenas, los arquitectos Dormal, Nordman, Lanús, Martín, etc.
Prontamente terminamos con la habilitación de nuestro taller. Dos años después, recomenzaron las huelgas que habían callado desde el año 1897. Hubo una reunión de patrones de la industria de muebles, a la cual asistieron unos 700. La mayor parte eran bolicheros y una cuarentena de ellos tenían de 15 a 70 obreros. Yo, teniendo 67 obreros y trabajadores, fui nombrado presidente, puesto que desempeñe a lo largo de un año. Pero todo esta clase baja, a quien era imposible hacerles entender lo que fuese, me puso en cólera y demisioné, diciéndoles que lo que hacía falta era una escuela de empresarios. Las huelgas continuaron durante los años 1906 y 1907 y de repente terminaron.
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