Cap. I
Breves recuerdos de la partida de Toulouse hacia la República Argentina con mi mujer y mi hijo Augusto de 2 años de edad, el 28 de octubre de 1888.
Con nuestros pasaportes en mano, firmados por el Doctor Lamas (Ministro Argentino en Paris), llegamos a Bordeaux al día siguiente, para presentarnos a la Compañía de cargueros de vapor y averiguar la partida del buque “Belgrano”. La partida tuvo lugar el 1ro. de noviembre a las 3 de la tarde desde el puerto viejo.
Vivíamos en Toulouse desde hacía 11 años. A la edad de 17 años, he partido de Céret después de mi aprendizaje de 3 años en lo de mi patrón Vincent Cortis (carpintero y músico) . Mi padre le pagó 300 francos por los tres años, a pesar de que mi trabajo no fue remunerado. Llegué a Toulouse para para trabajar como obrero para varios patrones y para seguir aprendiendo y asistía a las clases en la Escuela de Arte y Profesiones desde las 20.00 hasta las 22 horas, después de 10 horas de trabajo durante 5 días en la semana. Fortificado por la enseñanza y mi deseo de aprender, fui reconocido prontamente como un buen trabajador. Feliz, comenzé a tener acceso a las empresas de ebanistería de Toulouse. Tuve la suerte de tener un número muy bajo en el sorteo del servicio militar, lo que me permitió hacer este servicio solamente durante un año en Perpignan en el 12avo. Regimiento de Línea. Una vez terminada esta etapa y las vacaciones posteriores en casa de mis padres, retorné a Toulouse para retomar mi trabajo en la Casa Savignol, que trabajaba especialmente para Paris. Además, la Casa Souleillan me tomò como contramaestre. Esta empresa tenía de 20 a 25 trabajadores y construía muebles para la nobleza. Tenìa en ese entonces 23 años y este puesto se volvió inaguantable, ya que todos los trabajadores me llamaban “el mierdoso”.
Algunos meses mas tarde, abandono este puesto y encuentro un local de comercio y taller en venta, donde hasta el momento se vendían sillas de paja de mediana clase, canastos, jaulas, etc. Atraído por este local, me encuentro de repente instalado a los 24 años sin preveer los avatares comerciales para la venta y producción . El señor Souleillan me contrataba para hacer sillas de lujo en mi taller. Entretanto, los vecinos me aconsejaban el matrimonio, y debido a la precaria situación, esta idea me pareció buena. Teniendo un grupo de relaciones considerable, conocí tiempo después a la que sería mi esposa, Léonie Casagne, muy bien en todo sentido. El casamiento se realizó el 25 de septiembre de 1885, a mis 25 años de edad. Mi esposa tenía 22. Tres años pasamos muy felices pero la venta en el negocio, atendido por mi esposa, funcionaba a ritmo lento, igual que mi trabajo como carpintero y constructor de sillas y sillones.
En aquél entonces y de vez en cuando, frecuentaba un pariente de mi madre que me traía revistas y publicaciones sobre un nuevo país : la República Argentina. Este señor Auzeill pensaba partir hacia ese país, debido a que las informaciones lo entusiasmaban . Y de repente una coincidencia inesperada : es el encuentro con el señor Durrieu recién llegado de la Argentina desde hacía algunos días. Dicho señor era proveniente de Toulouse y, habiendo hecho fortuna en ese país, consintió verme y darme muy buenas informaciones. Era ebanista y habitaba en Buenos Aires desde su llegada en 1871. Su esposa se dedicaba a la floristería artificial y a lo largo de los años, su negocio fue más prolífico que el de su esposo. El señor Durrieu vovía a su país natal para cobrar su renta, teniendo en la Argentina un capital de 300.000 francos (bien ganados, como solía decir ). Despuès de esta primera entrevista estaba muy convencido de poder partir hacia la Argentina sin temor y traté de hablar con mi esposa al respecto, cuya contestación fue bastante brusca : "Este señor quiere hacernos juntar con los salvajes ! De ninguna manera …"
“Bien, si querés podemos partir hacía ese lejano país por dos años y tratar de hacer fortuna como este señor que tuvo tanto éxito. Pero hay que sacrificar todo lo que tenemos y vender todo.”
En ese tiempo debía hacer mis 28 días de soldado en la reserva, dejando a mi mujer sola en el negocio de ventas, lo que le hizo cambiar de idea ya que en ese año de 1888 se hablaba de la próxima guerra en Tunesia. A mi regreso me dijo: Bien, si querés podemos partir hacía ese lejano país por dos años y tratar de hacer fortuna como este señor que tuvo tanto éxito. Pero hay que sacrificar todo lo que tenemos y vender todo.
Esta tarea fue completada en el lapso de un mes. Poco después, fuimos a pasar una semana a Céret para ver a toda la familia y de pronto nos hallamos listos para partir con nuestro hijo Augusto que estaba magníficamente bien de salud a su edad de 2 años. Monsieur Durrieu me dió por escrito todos los informes posibles para hacernos la llegada y los primeros tiempos más fáciles. Me contó de los muebles estilo Luis xiv en nogal que tanto eran pedidos en Buenos Aires y además me facilitó la dirección de dos negociantes de maderas, con las palabras principales traducidas al castellano. Sobre todo me aconsejó de no trabajar como obrero, sino como representante único de los estilos franceses tradicionales. Además me dió la dirección de casas francesas que introdujeron estos artículos de lujo en la Argentina : Ader, Griet, y otras.
Por mi parte, estaba munido de dos álbumes fotográficos de mis productos – uno de sillas y el otro de muebles – que bien me han servido en el comienzo. Monsieur Durrieu, 69 años, viudo desde hacía algunos meses, se abstuvo de darnos la dirección de su familia en Buenos Aires y años después supimos de la existencia de su hija, casada con su primo, sastre de profesión y especialista en uniformes, dueño de una sastrerá en la calle Tucumán 551. Tenían dos hijos, el uno Doctor en ciencias, el otro Veterinario distinguido en Córdoba.
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