Teníamos en el salón 3 marquesinas suspendidas de la pared y un tal señor Verzura ( tapicero ) me pide el precio de estas piezas. Se las ofrecí a un precio rebajada de 120 pesos y me las compró en seguida. En su taller las tapiza con una tela brillante y las lleva a la casa de remate Guerrico y Williams, que había sido inaugurada poco tiempo antes, y obtiene un precio final de 730 pesos, habiendo invertido solamente 310 pesos. Al día siguiente me pide 3 piezas más y se las vendo a 140 pesos.

La Casa Griet&Hnos, calle Alsina 657, me encarga un juego de muebles de salón. Y así comienzo a recibir muchos encargos más en los 6 meses antes de la Revolución de 1890. Trabajo para fábricas, mercaderes, y tapiceros como Libeau, Trochu, Bergada, Toppi y Mafiolini, Guanziroli, Cortés, Sansa, Pastore&Pino, Luraschi, Herman, Rocca&Martinelli, etc. Las marquesinas Luis xv tuvieron un éxito extraordinario, habiendo construído unas 150 piezas con mis excelentes obreros españoles de Barcelona Pedro, Fransisco, y Serra, y con los franceses Auguste, Jean, y Fité.

La Revolución de 1890 me sorprende en pleno trabajo

El sábado 29 de julio a las 7 de la mañana escuchamos los primeros tiros de fusil provenientes de todas partes. Yo quería salir hacia las 10 de la maña pero la famlia del propietario y mi esposa me lo impidieron. Poco después vimos aparecer numerosos agentes de policía y carretas llenas de cadáveres. Ningún trabajador vino a trabajar y, durante la noche, se oían cañonazos. El domingo a la mañana, un obús de la marina se incrustó en la casa de enfrente, número 183, haciendo un agujero de 2 metros de díametro, destrozando las piernas de un niño sentado cerca de su madre. Ella quedó ilesa, a pesar de estar recubierta de escombros (¡Milagro!).

Mi esposa, sumida en llanto, me suplicaba de abandonar este país en el que tenía lugar un salvajismo sangriento. Este estado de cosas duró 4 días, terminando con la renuncia del presidente Juarez Celman y la toma de poder por su vice, Carlos Pellegrini, que promete en sus discursos todo lo mejor para el país y una moneda estable, que en ese momento no valía nada. Una semana mas tarde, todos los encargos que había recibido fueron anulados. Las cédulas estatales no valían mas nada y el Banco de la Provincia permanecía cerrado. Tenía en ese momento 17 juegos de muebles encargados. El pago se efectuaba en un tercio del precio total por quincena, lo que antes de la revolución era un hábito común en todo el país. Algunos otros clientes me pagaban a fin de mes y por ejemplo Simonetti, me pagaba al contado a la entrega de la mercadería. Después de la revolución aceptaba cualquier cosa, hasta cuotas de 10 pesos, ya que el precio por quincena era demasiado elevado.

Fue un mal momento para nosotros que se prolongó durante tres meses. Un sábado en el que me encontraba bastante preocupado, las cosas cambiaron de repente. Perecía como si todos mis clientes se hubieran confabulado para pagarme al mismo tiempo. A la noche tenía en mis bolsillos 4.000 pesos ! Mi esposa cambió de idea, deseando ella también quedarse en el país. Y el trabajo repuntó.

Los años 1891 hasta 1897 fueron muy buenos. El señor Otto Bemberg me encargó una cama dorada estilo Luis xv para su boda con la señorita Eleortondo. Se la ofrecí a 980 pesos, creyendo que era demasiado, pero aceptó enseguida. Supe posteriormente que este señor había obtenido mi dirección del gran tendero Montes, que a su vez se la había pedido al famoso tapicero francés Herman. Días después, Montes me preguntó a qué precio había vendido la cama. Al contarle que el precio era de 980 pesos, me insultó tratándome de loco, diciendo que la hubiese podido vender entre 1800 y 2000 pesos. La culpa fue suya, ya que no me había informado sobre la fortuna de mi cliente.

Salas de ventas de la empresa Tarris

Esto me sirvió de lección. Montes estaba decidido a mandarme clientes por una comisión del 20%, ofreciéndole yo como máximo el 10%. Gracias a los tapiceros Maraval y Pelligrin (tapiceros), mi próximo cliente fue Nicolás Avellaneda, encargándome un comedor estilo Luis xv en nogal con una serie de motivos esculpidos. El señor Avellaneda había averiguado en todas las grandes casas de muebles de Buenos Aires, sin éxito. Duprez hizo el diseño, que fue aceptado inmediatamente a un precio de 1800 pesos.

Y así, nuevos clientes seguían apareciendo. Dos años mas tarde tenía tantos trabajadores que pensaba nuevamente en mudarnos. Encontré un edificio en la calle Belgrano 1847 para alquilar y lo tomamos inmediatamente, ya que quería instalar nuevas máquinas que funcionarían con electricidad. La línea eléctrica pasaría exactamente por esta calle para abastecer al Hospital Español con energía eléctrica. Después de numerosos trámites conseguí la conexión a la red, que fue la primera en la parte sur de Buenos Aires.

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