Después de los primeros trabajos realizados para nuestra instalación provisoria, y a pesar de no tener herramientas en casa, tomé papel, cartón, y lápiz para esbozar los primeros diseños de muebles.

El corralón de madera más cercano se hallaba en la calle Alsina 1352 y carecía de edificio. El nogal americano bien seco costaba 0,70 pesos por pie . Como no conocía a nadie que pudiese serrucharme la madera lo hice yo mismo y lo que me faltaba era un buen tallista. El Café Francés, situado en Esmeralda 320, era el sitio de citas de los franceses inmigrados y es ahí que conocí el señor Laffont proveniente de la ciudad de Toulouse que estaba profundamente afligido por falta de trabajo. Él decía entender algo de muebles de estilo pero me pareció muy mediocre y charlatán, por lo cual comenzé a efectuar el tallado yo mismo. El 15 de enero tenía el esqueleto de los muebles terminado. Si bien sabía el precio de costo, no tenía la menor idea del precio de venta y mi esposa y una conocida de ella, Eveline Grand, – que había llegado hacía un año y que era pariente del señor Dufour, importador, con negocio en la calle Alsina 652 – salieron a preguntar a diversas casas de muebles los precios de muebles parecidos a los míos. El precio variaba entre 220 y 235 pesos, y esto me hizo decidir de vender mis piezas a 160 pesos pero sin tapicería.

Me presenté finalmentre al negocio de muebles más cercano de casa, calle Tacuarí esquina Alsina, y le pregunté al patrón si hablaba francés, contestando afirmativamente. Le propuse la venta de mis muebles y quizo ver primero uno de ellos. Al ver una de mis sillas, aceptó comprarme el juego entero de sillas y sillones preguntando el precio. Vacilé un instante antes de darle mi oferta y le conté de mis inconvenientes de conseguir madera de nogal bien dura y de mis condiciones primitivas de trabajo. Quedé atónito al escuchar su propuesta de ofrecerme 160 pesos al contado, que era el precio que yo deseaba, con la condición de construirle un juego idéntico lo más rápido posible.

Depósitos y hornos de la empresa Tarris

Muy contentos mi esposa y yo, veíamos ya la salida de nuestra precaria situación y creíamos en un buen futuro. Comenzé a trabajar a fuerzas redobladas y a los quince días tenía el segundo juego terminado. Al anochecer, visitaba a menudo casas de muebles para ofrecerles mis piezas con mi tarjeta de presentación en mano en la cual figuraba:

“Silletería de Paris. Especialidad en juegos de sala en nogal Luis xiv.”

Es así como obtuve varios encargos a los cuales les aumentaba el precio cada vez de 5 pesos hasta llegar a venderlos a 220 pesos. Fue en ese entonces que necesitaba urgentemente e un carpintero para sillones y me dirigí nuevamente al Grand Café Francais donde el señor … [ilegible] me presentó al señor Auguste Chantre, buen carpintero y buen trabajador como pude constatar más tarde. Al día siguiente trabajaba para mí.

Todos los domingos iba al mismo Café en búsqueda de mano de obra. Las primeras salidas eran una verdadera fiesta para mí. Las mesas se juntaban, todos me conocían pero, al llegar la cuenta, era siempre yo el que tenía que pagarla. Después de muchos domingos pasados allí, me retiré diplomáticamente, alegando tener que salir a pasear con mi esposa e hijo .

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