La alta sociedad de Buenos Aires se mostró generosa durante la exposición. La casa del loco Loti existía todavía, siendo una concurrencia bizarra. Atrajo muchísima gente, sobre todo a las damas argentinas que admiraban su manera acogedora de trato. Hacia las cuatro de la tarde se picaba con morfina y, locamente feliz, tomando las damas por el codo, las guiaba en su negocio y las convencía de que el estilo de sus muebles era el último grito en París. Muchas damas se dejaban convencer y le compraban. Muchos lo creían célebre, ya que había trabajado como tapicero en esa ciudad, place Vendôme.

Sin embargo, no era más que un morfinómano que murió loco tiempo después en su país natal en la ciudad de Nápoles. Su contramaestre, Lagardère, siguió con la empresa algunos años más y finalmente abandonó.

En el año 1910 terminan para mí los 21 años de comercio e industria que establecí apenas llegado a la Argentina en 1889, dejando mi empresa en muy buen estado y en manos de mis tres hijos Augusto, José, y Gabriel.

Familia y empleados en 1928

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Teatro Colón